
Ese cartel, de alguna manera grafica lo que es la lucha de ese pueblo que por años resiste a todo tipo de agresiones y bloqueos por parte de la mayor potencia del mundo; los Estados Unidos. Además, demuestra el tesón y la capacidad de su gente para mantener vivo ese espíritu alegre y afable que hacen de Cuba una nación digna y hermosa en la que se vive simplemente, como dicen los Hermanos de Faucault.
Mucho se ha dicho sobre la visita oficial que durante tres días realizará una nutrida delegación de nuestro país a la mayor de las Antillas. Sorprende la virulencia y el sarcasmo de la derecha y de algunos dirigentes de la Democracia Cristiana al momento de referirse sobre esta visita de Estado que da cuenta del nuevo hito diplomático que vive el continente latinoamericano una vez reconquistada la democracia.
Esta actitud liviana y falaz, en algunos aspectos, merecen un par de comentarios. Los expongo como cristiano y como conocedor de la hospitalidad cubana ya que estuvimos allí hace algunos años y, junto a una delegación de laicos y religiosos, pudimos conocer el día a día de los habaneros, culminando esa visita con una distendida e interesante reunión con Fidel Castro en su despacho de trabajo.
Lo primero, es la liviandad con que algunas publicaciones como El Mercurio y La Tercera vienen tratando el tema de la visita desde hace algunos meses. Están en su derecho a publicar opiniones y cartas de personas que por uno u otro motivo no aceptan ni simpatizan con ese proceso político inaugurado una vez derrotada la nefasta dictadura de Fulgencio Batista que mantenía a la isla y su pueblo en paupérrimas condiciones.

Respecto a la libertad religiosa que cierta prensa interesada destaca como “uno de los obstáculos” que tiene la sociedad cubana. Se ha de reconocer que las relaciones entre la Revolución e Iglesia Católica han pasado por períodos positivos y negativos. Pero hoy todos reconocen que nunca hubo persecución a la Iglesia, prueba de ello son las excelentes relaciones que mantienen desde hace décadas Cuba y el Vaticano. Refrendadas éstas con la vista del Papa Juan Pablo II en 1998. Recientemente el Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone visitó Cuba sin ningún problema y fue recibido por el Presidente Raúl Castro, posteriormente un religioso de la comitiva Vaticana confidenció que “no hay señales de que Cuba retorne al capitalismo”.
Varias veces se han reunido los obispos latinoamericanos en La Habana. El propio Cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz, siendo presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), tuvo sendas reuniones preparatorias a lo que fue la Conferencia de Aparecida, sintiendo todos ellos, el nuevo clima de respeto y tolerancia mutua entre el Estado cubano y la jerarquía de la Iglesia, encabezada por el Cardenal Arzobispo de La Habana, Monseñor Jaime Ortega.
Lo que salta a la vista con la forma y el lenguaje que en Chile se ha tratado esta vista de Estado a Cuba, es tanta desinformación como intolerancia. En esto hemos de ser claros. Es evidente que ningún régimen político es perfecto. Todos tienen alguna falencia o ciertas áreas de problemas no resueltos. Por supuesto que Cuba y su sistema político no son la excepción. Acá mismo en Chile, por ejemplo, no podemos ignorar las graves falencias que se perciben en educación y salud. Lo mismo han reconocido las autoridades cubanas respecto al acceso de más bienes de consumo y a un mejor transporte público.

La derecha política chilena no tiene autoridad moral para señalar con su dedo acusador al noble pueblo cubano y a sus dirigentes. Cuando El Mercurio reconozca con todas sus letras que en el Chile de Pinochet se persiguió a la Iglesia, se expulsó a sacerdotes, se vigiló al mundo cristiano popular y, finalmente, no calle el asesinato de los sacerdotes Alsina, Llidó, Poblete, Woodward y Jarlan podrán esgrimirse como jueces de un proceso genuino que trata de devolverle a su pueblo el bienestar y la dignidad.
Felizmente, Michelle Bachelet es de profesión médico, por esta razón podrá interpretar más a fondo otro letrero que expone con su frente en alto el pueblo de Cuba: “Cada año, 80 mil niños mueren en el mundo víctimas de enfermedades evitables. Ninguno es cubano”. ¡Esa es la utopía socialista y la esperanza cristiana hecha realidad en la tierra!
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